Un año más, el Real Zaragoza se marcha eliminado de la Copa del Rey a las primeras de cambio y ante un Segunda. Triste consecuencia del estado de descomposición en el que se encuentra el equipo dirigido por Javier Aguirre, incapaz de dominar el partido ante un equipo de una categoría inferior y cuya debilidad le llevó, una vez más, a encajar dos goles en los últimos minutos del encuentro. La historia de la temporada repetida hasta la extenuación.
La primera parte fue un canto al bostezo solo interrumpido por tres acciones claras de gol para el cuadro visitante. El Real Zaragoza, que jugó con su teórico equipo titular, o al menos uno factible de serlo, mostró los errores, lagunas y fallos de los que suele hacer gala en el campeonato de Liga y, con un juego anodino y repetitivo, apenas supo inquietar a los amarillos, que todavía se estarán preguntando como pudieron marcharse al vestuario sin anotar ni un solo gol.
Tras varios minutos sin ningún tipo de acción reseñable, los blanquillos, inexplicablemente, se vinieron abajo cual castillo de naipes quedando a merced de los madrileños. Todo empezó en el minuto 27, cuando el veterano Fernandez Sales, toda una amenaza por el carril diestro de los alcorconeros, le robó la cartera a Lanzaro quedándose mano a mano con Roberto. El meta, excelso como siempre, consiguió evitar el gol pero el daño estaba hecho. Tres minutos, y tras otra pérdida en el centro del campo, Carney intentaba una vaselina desde fuera del área que se marchó por poco.
Con el Alcorcón completamente crecido, Rubén Sanz le arrebató la pelota a Ponzio cuando éste trataba de sacarla jugada y, en combinación con Sales, conseguía rematar desde dentro del área. Su chut salió demasiado alto aunque sirvió para torpedear, todavía más, la frágil moral aragonesa. Por último, Miguélez, en el 32, disfrutó de una doble ocasión que erró de manera increíble. Primero, totalmente solo ante Roberto, golpeó al portero. El rechace volvió a caer en las botas del extremo zurdo que, en su segunda tentativa, golpeó al larguero para incredulidad de todos los presentes. Un Segunda División sacaba los colores al que una vez fuera miembro distinguido de la aristocracia copera.
Via: JAVIER MERCADAL - heraldo.es
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