domingo, 18 de diciembre de 2011

Impotencia perenne.



El Real Zaragoza ha convertido la impotencia en su lema futbolístico perenne. Da igual cómo se le pongan los partidos, si cuenta con una decisión favorable como la del penalti a Lafita y la expulsión de Javi Martínez. Da igual el tamaño del rival, que el Athletic estuviera lejos de sus mejores días, porque el nivel del Zaragoza siempre es menor, muestra de un equipo empequeñecido, triste y devorado. Colista, con 10 puntos en 16 jornadas, con uno sumado de los últimos 27. Ahí se acaban todos los calificativos, elijan los que quieran para definir la actual situación del equipo, que se muere y se va a Segunda con la directa puesta.
Aguirre hace tiempo que no tiene respuestas. Ni energía. Su mensaje no llega a un vestuario que, si cree en él, se esfuerza en aparentar lo contrario. El Vasco no se va y Agapito aún no lo echa, pero si hay un momento que justifique esa decisión es el actual, donde el Zaragoza necesita aire nuevo para tratar de revertir tan tristísima dinámica. Eso y un mínimo de tres o cuatro fichajes en enero y, después, a rezar para que en la segunda vuelta llegue el tercer milagro consecutivo para regatear el descenso.
Al Zaragoza el partido se le puso de cara con la expulsión de Javi Martínez, pero es un equipo tan pobre y falto de confianza que ni en superioridad numérica impone el control de los partidos. Y, desde el banquillo, no le paran de llegar mensajes conservadores, rácanos. Pérez Montero, desastroso en sus decisiones, igualó el número de ambos equipos porque tenía la necesidad de expulsar a un zaragocista. A Lanzaro le tocó y el Zaragoza se aculó tanto en el tramo final que los diez podían haber pintado la portería de Roberto. Y, cuando se va a empatar, la derrota llega. Más, cuando se quiere jugar a defender sin saber. Llegó. Toquero la firmó.
Via: SANTIAGO VALERO - elperiodicodearagon.com

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