sábado, 28 de enero de 2012

El portero atormentado.


Ha construido una imagen en la portería: la camiseta de manga corta, las muñecas vendadas y una manía que no desaparece jamás. "Cambiar los guantes cada dos o tres partidos, porque los desgasto rápido en la zona de los dedos", explica Roberto (Fuenlabrada, 1986), el portero del colista. Su vida, por lo tanto, no se parece a la de nadie. Cada partido sufre un bombardeo. Sus estadísticas avisan del peligro. Ha encajado 33 goles en 19 partidos. El trabajo es excesivo, sin término medio. Sus posibilidades son más altas tanto para acertar como para fracasar, pero...

Roberto no es un fanático de las estadísticas: "Vivimos en una profesión en la que se utilizan mucho". Pero él se maneja por sensaciones que contestan la tristeza de esos 33 goles recogidos de la portería. El contraste es que ha realizado 136 paradas. Una barbaridad si se compara con las 71 que lleva Víctor Valdés, con sólo 12 goles en contra el Barça. ¿Acaso eso es un mundo justo? Pero Roberto ni lo piensa. Al contrario. Es un hombre optimista que se afilia a un futuro mejor. "Hemos mejorado. Sólo nos falta dar un paso grande". Jamás repara en el trabajo de sus defensas, que son mucho más criticados que él. Ante todo, se impone la frialdad: "La cabeza es importantísima en el fútbol. Si partimos de esa base se puede mejorar el resto".

Criado en Fuenlabrada, Roberto acepta la dificultad como compañía. Por eso es un hombre pacífico que no ha recibido ni una sola tarjeta amarilla en todo el campeonato: un dato que define su manera de ser. No sólo es él, sino también lo que parece. En una portería, en la que jugó gente tan excesiva como Chilavert, Roberto tiene un concepto más moderado. "En mi puesto priman mucho las sensaciones, tanto las que sientes como las que transmites". Y el caso es que físicamente Roberto se parece a Chilavert. También supera el metro noventa y tiene esa ventaja que les falta a los bajitos. "Mi altura me permite estar uno o dos metros por delante de la portería", reconoce. Su físico es imperial, con hombros y espaldas en las que no sólo interviene la genética. También horas de gimnasio, que han perfeccionado a un portero que, de niño, aprendió de los más viejos una declaración: "Hasta el último día, no paras de aprender"

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Via: ALFREDO VARONA - publico.es

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