A finales de mayo del 2006, la vida del Real Zaragoza comenzó a cambiar. El presidente de Codesport, una de las empresas de construcción más representativas de Aragón, aterrizaba en la entidad comprando el paquete accionarial de Alfonso Soláns, convirtiéndose así en el máximo accionista del club. Lo hacía de la mano de Eduardo Bandrés, quien ejercería como presidente con sueldo y cara visible de una entidad que pretendía dar un salto cualitativo. “Necesito tiempo para hacer un proyecto en lo social y en lo financiero que esté consensuado con todo el mundo”, eran sus palabras.
Como trasfondo, la intención de Agapito Iglesias de participar en la construcción de la nueva Romareda, un proyecto que fue poco a poco apagándose con el tiempo. Han pasado seis años desde entonces y al constructor soriano no le queda absolutamente ninguna credibilidad. Todas sus acciones son miradas con lupa y es ya considerado por la gran mayoría de la afición como el peor presidente de la historia del Real Zaragoza. Y eso que el inicio fue, cuanto menos, sorprendente. Tiempo después se ve como una simple cortina de humo.
D’Alessandro, Aimar, los hermanos Milito, Alberto Zapater o Carlos Diogo. El inicio de la era Agapito Iglesias vino cargado de una ilusión inusitada que llevaba miles de personas a las presentaciones, además de volver a soñar con cotas grandes. El ahora presidente llegaba a declarar que su objetivo era ganar la Liga con el Real Zaragoza. Años más tarde suena a chiste aunque en su primera campaña toda España reconocía el gran fútbol desplegado por los hombres de Víctor Fernández.
La solidez defensiva con César Sánchez de portero, la gran creatividad en el medio de la conexión argentina, escudados todos por Zapater, y la eficacia de Diego Milito, Ewerthon o Sergio García, obligaban a lanzar las campanas al vuelo. Los primeros elogios llegaban a Agapito Iglesias, más todavía tras conseguir entrar de manera directa en la Europa League. Eran tiempos grandes, los del 75 aniversario, en los que el presidente decidía usar su poder para, de manera unilateral, estrenar un escudo que a casi nadie contentaba. Acabaría sucumbiendo después al clamor popular devolviendo el de los últimos años, el del león rampante.
Crudo descenso
Pero el escudo fue sólo uno de los múltiples problemas que no tardaron en llegar. Ayala y Oliveira se incorporaban con sueldos estratosféricos, igual que hombres como Pavón o Luccin. La temprana eliminación de la ex UEFA fue sólo el punto inicial de la debacle. Agapito Iglesias cesaba a Víctor Fernández, dando paso a un auténtico baile de entrenadores con Ander Garitano, Jabo Irureta y Manolo Villanova como protagonistas. Ninguno fue capaz de enderezar una situación que acabaría siendo el embrión de la angustia actual.
El descenso se consumó en Mallorca, en medio de la lluvia, para desconsuelo de una afición que no podía creer que un equipo con tanto nombre se marchara a Segunda División. La deuda crecería entonces de manera brutal, a pesar de las ventas de Sergio García o Diego Milito. Con la excusa de hacer una plantilla que ascendiera a la primera, Agapito Iglesias tiró de talonario para contratar como entrenador a Marcelino, convirtiéndole en el tercer mejor pagado de España.
Los rumores sobre su posible venta comenzaban a sonar y se harían con el tiempo mucho más palpables. Lejos de ceder, Agapito Iglesias matizaba estar “abierto a la posibilidad de cualquiera que quiera entrar en el Zaragoza”. Asimismo, manifestaba no quererlo para él solo. “Quiero que sea más participativo, más de la afición”, apuntaba.Además, ejerció la opción de compra por Ricardo Oliveira por más de diez millones de euros, teniendo que revenderle poco después. Futbolistas como Arizmendi o Braulio aterrizaron en Zaragoza percibiendo un altísimo salario. A pesar de que el objetivo primario del ascenso se consiguió, el descontento era cada vez más evidente.
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